Vicente Verdú
Con sacos de polvo
en las espaldas,
anidadas por
serpientes
que bufaban,
energúmenos
sin rostro
se acercaban
para tomar la ciudad.
No la tomaron,
sino que la cruzaron
como vivos
enjambres de cigarras
y se fundieron pronto
en las nubes
de polvo y de pólvora,
de carbón y de cieno que
desprendían sus cuerpos.
Sus hombros, sus talones,
el fosco color del pelo
que los asemejaba a
una horda
con toneladas
de pan negro
en los dientes cortantes
Aquellos
que nos hacían temer,
en la barahúnda,
una batalla
de brazos y piernas quebrados,
y oscuros,
quemados por
el furor.