Vicente Verdú
Un grupo
de caballos
sin visión
engalanaban
los sueños que,
a su vez,
galopaban
suspendidos
en blandos aires
de caucho
por sendas
paralelas.
Pequeñas estrellas
además,
estrellas puntiagudas
y adyacentes
permitían
concluir
que esa manada
se hallaba agrupada
por la ceguera.
Prosperaban,
como en sueños blancos,
sin relato.
Sólo una idea
vaga y verde,
asociada al
avance,
cumplía el objetivo
de la supuesta
salvación.
La inyección,
el yodo,
los Pet Tac,
los antieméticos
giraban
como el impulso
de una fuga
dirigida hacia otra escena,
fuera del sueño equino,
y en donde la realidad
se convertiría
en algo ordinario,
incompatible
con la excepcionalidad,
y ella se
fijara en el pasado
como sin haber
existido.
Nunca ni más.