
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Un efecto muy característico de los abusos con el alcohol es que lo vivido bajo se influjo queda en blanco en la memoria. Parece cosa de magia pero así es. Algunos amigos despertaron de la borrachera al lado de la baranda de un río o en el filo de un puente, otros habían pegado a la mujer o los hijos y no daban crédito a ello. Otros insultaron gravemente y nunca lo hubieran podido suscribir. El borracho no dice la verdad, la simplifica cruelmente.
Tan cruel que el alcohol actúa como un mal tan severo para la salud como temible para la convivencia, dicen los médicos y las asociaciones de Alcohólicos Anónimos que hacen cuanto pueden contra la adicción. Enfermedad fatal, incurable, mortal, dicen ellos. La bebida del alcohol a grandes dosis disminuye la vida empeorando el estadio de casi todos los órganos. Pero posee además una facultad sintética fundamental: borra la vida. Y no la buena o la mala sino la vida. Apaga la cinta del filme.
El alcohol disuelve la experiencia vivida y a rajatabla. Hasta su aniquilación. Y sin experiencias, atacado por esta amenaza de colores y expendida sin tasa en los bares, ¿cómo apartarse de beber gin-tonics o whiskies o cualquier licor?
Y un agregado más contra el tópico de bañar los triunfos en alcohol. El alcohol no recompensa sino que, al revés, enferma. Los éxitos, las bodas, las buenas noticias se celebran con alcohol que precisamente actúa como un delegado de la muerte y contra la vida.
Mata la alegría sana para convertirla en angustiosa tempestad, deshace la celebración para dar paso al triste y amargo malestar. Sólo los personajes autodestructivos son capaces de no ver de qué manera el alcohol perjudica el posible bien de sus vidas que en el pozo del alcohol se convierten en abominables pesadillas.
Hay campañas intensivas contra el consumo del tabaco pero aún más debían lanzarse contra el consumo excesivo de alcohol. El tabaco mata pero mata sobre todo a uno mismo en la angustia de la respiración terminal. Pero alcohol mata además relaciones, mata el trabajo, mata amores, familias y mata a gentes de alrededor que a su vez se convierten en involuntarios verdugos con la ineludible condena del bebedor y la distancia desconsoladora que crece.