
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Los hijos son tiranos. No siempre, puesto que morirían como moscas de su propia tiranidad, pero sí lo son durante una fase larga de la adolescencia, y antes y un poco después de ella. Así como las mujeres, pese a la igualación, disponen en su época joven de un formidable "poder sexual", los hijos, pese a su afán de independencia, ejercen con un formidable poder filial.
El padre ya no manda, no desea mandar para evitar descalificarse en el feo ejercicio de autoridad, mientras el hijo, paralelamente se cualifica en el papel de amo de la relación.
Desorientados, presas de la confusión entre el amor y el deber, entre la paternidad y la responsabilidad, millones de padres del mundo occidental balbucean sobre conceptos y estrategias para hacerse querer y respetar. Pero ¿y si los hijos, en este momento de la evolución, no aman ni respetan tanto a los padres como antes y si, en cambio, los gobiernan mediante un surtido de inauditas estratagemas muy difíciles de desarmar?
Pero, también, ¿han elegido este papel los hijos o han ocupado el territorio que los padres abandonaron, avergonzados de su autoridad ¿Se ha desplazado en fin, la antigua tiranía de los padres a la tiranía delos hijos como si esta relación no fuera posible sin una factura dictadorial? No es descartable, puesto que si de la tiranía paterna acababa derivándose una feliz emancipación del descendiente, de la tiranía filial se deduce una soleada liberación de la paternidad. Una liberación hasta ahora desconocida insólita puesto que la historia a sostenido el inquebrantable, interminable, indesmayable, amor de los padres por los hijos u viceversa pero ¿por qué no moderar esta férrea ligazón que tantas tragedias conlleva? En una y otra dirección el adolescente tirano del siglo XX o el tirano padre burgués del siglo XX general, a través de su respectiva subversión, dos movimientos de libertad personal. El hijo desprendido de aquella terrible imposición del padre que tanto condicionaba el porvenir, y el padre desprendido ahora de la esclavitud que le impone el hijo y que ha hecho tanto llorar.