Vicente Verdú
Para soportar la adversidad hace falta oponer un escudo de resistencia pero también la felicidad induce instintivamente una extraña oposición. Todas las recomendaciones que se hacen sobre entregarse a disfrutar sin reparos a ser feliz sin restricciones tienen que ver con esa aparición de un freno torácico que teme recibir la dicha a caudales y ahogarse, probablemente, en ella. No estamos preparados para el dolor pero tampoco, siendo exactos, para el placer sin reserva alguna. Uno y otro se echan sobre nosotros como movimientos extraños al devenir de nuestra biología que se conforma, en su estructura, con funcionar ordenadamente.
El mundo al que pertenecemos, entre los paramecios y las galaxias, halla su máxima perfección en los compases armónicos. Cualquier percance que altere ese pulso puede considerarse un trastorno incómodo. Unos por la amargura que segregan y otros por la dulzura que deslizan. Cada uno, en fin, introduce en el fondo elementos disonantes que el organismo detecta como cuerpos extraños, difíciles de asimilar. La pantalla que se alza espontáneamente ante tales invasiones reproduce la misión del escudo antimisiles. Escudos ante los misiles de azúcar o de acíbar que al mezclarse con el fluido orgánico crean campos de contradicción interior y choques fundamentales.
Los estoicos conocían el inconveniente de estas perturbaciones y, con buen criterio, elegían una estación del ánimo que se aviniera exactamente con la organización primordial. Nosotros, en cambio, en esta era accidentada y dinámica, consideramos que la falta de asombro o de sorpresa, de convulsión y estremecimiento, es equivalente a una vida menor.
La ansiedad por la experiencia supone la demanda de sucesos y la producción de sucesos, buenos y malos, se interpreta ya como el principal argumento que define nuestra existencia.
Sin embargo, la existencia verdadera, aquella que nos mantiene realmente en vida coincide con pautas equilibradas gracias a las cuales ni se inundan los pulmones de veneno ni nos ahogamos con suspiros de felicidad.