El Topógrafo y el Cirujano
Rafael Argullol: Pienso que las dos figuras deberían integrarse.
Delfín Agudelo: En esa medida, ¿abogarías por la figura del artista como el paisajista que sale al campo a retratar, o como el paisajista que desde su estudio logra descifrar la vida?
Rafael Argullol: No soy muy partidario del escritor auto-consagrado como escritor, del que cree que la literatura es exclusivamente un mundo de letras, o del mundo de los letrados, o del mundo de los letratenientes. La literatura tiene que ser un campo completamente abierto, involucrado en los otros ámbitos de la experiencia humana y del conocimiento humano. Muchas veces me han preguntado cómo veo la función del escritor; aplicada a mi caso, en lugar de recurrir a figuras de la teoría literaria -que me aburren mucho-, he recurrido a dos figuras simbólicas de las que me siento muy cercano: por un lado a la figura del Viajero, o más específicamente del Topógrafo, del que hace mapas, el que mide los grandes espacios del mundo; y por otro lado la figura del Cirujano, que es aquél que va hurgando y entrando en la piel, adentrándose en las entrañas. Quizá por eso nunca me he sentido muy cómodo encerrándome en tertulias literarias o en el gremialismo de escritores, y he tenido entre mis amigos e interlocutores generalmente gente de otros campos. Creo que es propio del escritor moverse continuamente en una suerte de gimnasia entre lo microcósmico y lo macrocósmico, entre el telescopio y el microscopio, y en este sentido, al igual que el Viajero o el Topógrafo, el escritor tiene en cuenta las grandes perspectivas, y al igual que el Cirujano, tiene en cuenta también lo que es la piel interior de las palabras. En mi caso estas categorías son evidentes por formación personal: en un momento determinado estudié medicina, y aunque nunca la he ejercido, siempre he incorporado muchas metáforas médicas a la escritura. Esto, si aceptamos que la escritura no es solo cosa de letras, sino que es una experiencia personal del mundo.