Vicente Verdú
En la muy compleja sociedad actual trufada por el superpoder de las grandes corporaciones, la democracia se vuelve un espantajo sin dotarla de fuertes organizaciones ciudadanas. Pero no son ya los partidos ni los sindicatos quienes alzándose bamboleantes de su sueño realizarán esta misión de importante contrapeso. Serán las asociaciones de consumidores. Frente a la arbitrariedad de las grandes compañías, frente al engaño en el contenido y valor de las cosas, frente a la explotación de las ilusiones y las vidas, el consumidor organizado opondrá su constante reivindicación de calidad. De calidad de esto o de aquello, de la política, de la cultura, del aire o del pan. En general, de la calidad de la vida.
Ni derechas ni izquierdas conservan potencia y sentido para transformar la sociedad actual. Toda la fuerza ha de nacer de una múltiple y firme coalición ciudadana instruida en la dinámica del consumo y aleccionada directamente sobre el bien y el mal, sobre la justicia y el placer, la equidad, la solidaridad y la placidez.
Contra la demonización del consumismo se presenta la imperiosa insumisión del consumidor. La gran explotación de nuestro tiempo se basa en la indefensión de los ciudadanos/consumidores como efecto del exiguo desarrollo de sus organizaciones críticas y vindicativas. Consumidores todos y de cualquier elemento, desde el consumo de hortalizas al consumo de ocio, desde el consumo de medicinas al consumo de música, desde el consumo de amores al consumo de paz.