Marcelo Figueras
De todas las ediciones internacionales de la novela Kamchatka, ninguna portada me gusta más que la holandesa. Es simple, desde que se limita a reproducir una fotografía: se trata de un niño al que vemos de espaldas, de pie en una calle, asomándose en una esquina para espiar la oscuridad que asoma más allá. La imagen es en sí misma apropiada, dado que Kamchatka cuenta en esencia la historia de un niño que espía desde cerca -desde tan cerca, que no puede menos que pagar las consecuencias- la oscuridad que se apoderó de la Argentina entre 1976 y 1983, durante la dictadura militar. Pero lo que me produjo escalofríos cuando me enviaron la foto para ver si me gustaba fue el hecho de que ese niño, aun de espaldas, se pareciese tanto a mí a la misma edad: el mismo corte de pelo -no se ve el flequillo, pero puedo adivinarlo-, la forma de la cabeza y del cuerpo y hasta las zapatillas blancas que calza en la foto, similares a unas de marca Flecha que recuerdo haber gastado durante mi infancia.
La semana pasada, durante una cena en Utrecht, me enteré de algo que volvió a producirme escalofríos. Todo lo que yo sabía hasta entonces era que la foto pertenecía a la célebre agencia Magnum, lo cual significa que se trataba de una foto de archivo. Pero aquella noche mi editora, Nelleke Geel, develó aquello que yo ignoraba: que además de ser apropiada por su misma imagen, la foto era apropiadísima como tapa de Kamchatka porque había sido tomada en la Argentina, y en 1976. Esto es, en pleno golpe de Estado.
No voy a pretender que el de la foto soy verdaderamente yo, aun cuando ya es obvio que las zapatillas que se parecían a las Flecha deben ser Flecha sin lugar a dudas. (El par que más recuerdo de los que tuve terminó con la zapatilla roja bañada en sangre. Estaba en Neuquén jugando al fútbol en la vereda y al ir a buscar la pelota me corté en el tobillo con un vidrio de Coca Cola. Me dieron cinco puntos sin anestesia. Imagino que ese fue el momento en que empecé a odiar al fútbol.) Pero el hecho de que el niño -insisto: el niño igual a mí- haya sido capturado por la cámara en el acto de espiar la oscuridad del 76, lo cual equivale a decir que el gesto ha quedado perpetuado en imagen, significa que siempre tendré un espejo en el que verme a la edad de Harry, el protagonista de Kamchatka; siempre veré en esa imagen a aquel que era, segundos antes de que ocurriese el accidente y la vida cambiase de una vez y para siempre.