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Un animal para el que la vida no lo es todo

Por 18 de abril de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

De hallarse tentado por un ideal de libertad, el instinto de conservación del ser humano pierde peso. Pues el hombre es el único ser que eventualmente puede poner fin a su vida, no por astenia vital, ni tampoco porque la vida le desborda, sino simplemente en razón de que, para bien o para mal, en el caso de los seres de palabra (y exclusivamente en este caso) aun siendo el fundamento de todo, resulta que la vida no lo es todo. Es así de sencillo: en la historia de la evolución se ha dado un momento de discontinuidad por el cual un hijo de la vida no considera que esta constituye el valor supremo. No considera tal cosa, sencillamente porque ello es incompatible con la aparición de algo tan profundamente antinatural como es un sistema de valores, tan profundamente antinatural como es la subordinación de los lazos con los miembros de la propia especie a fines que valen por si mismos, con independencia de si sirven o no para vivir.

Ciertos políticos, incómodos ante una violencia que no se atreven a condenar (pero tampoco a asumir) en aquello a lo que auténticamente apunta, por lo que tiene de voluntario atentado simbólico contra comunidades humanas, escurren el bulto con el farisaico argumento de que ellos están siempre "por el respeto a la vida", ya que esta "constituye lo mas sagrado". Creen así alcanzar (¡a precio nulo!) una comunión, un acuerdo incluso con sus adversarios. Pues ¿quién podría no estar de acuerdo con tan edificante sentimiento? La decencia exigiría sin embargo que, además de la vida, se respetara la dignidad del otro, empezando por su alteridad. Pues la singularidad absoluta de la vida humana, lo que convierte en grotesca toda tentativa de homologarla con mera vida animal, reside en el hecho de que su dignidad está por encima de su permanencia. Para el ser humano la violencia brutal empieza con el menosprecio, con la negación de la condición de interpar, o con la herida en algún registro considerado esencial.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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