Javier Rioyo
Quisimos tanto a Manolo. Lo quisimos por sus crónicas sentimentales, por recoger el cancionero de las coplas y del pop, por su Manifiesto subnormal, por sus libros de cocina, por sus novelas, por su marxismo con mucho de Groucho, por sus artículos de "Triunfo", sus columnas de El País y por otras muchas cosas, comidas y bebidas que tuvimos la suerte de compartir con alguien que dejó un lugar que nadie puede ocupar en nuestro espacio de pensar, decir y escribir. Y también, o primero, lo quisimos como poeta. Como el novísimo, como el de "Una educación sentimental", "A la sombra de las muchachas en flor, "Praga", "Pero el viajero huye" y otros libros más cercanos.
El otro día, en uno de esos rastreos por librerías de viejo me tropecé con uno de sus libros poéticos, perdido y nunca encontrado en mi biblioteca. Se llama "Coplas a la muerte de mi tía Daniela". Me imagino que estará incluido en esta edición de su poesía que ahora sale en la editorial Península. Lo consultaré.
Ayer estuve en la presentación de la Feria del Libro Viejo de Madrid, comienza el viernes 25 con pregón de Emma Cohen, en sustitución y homenaje del gran Fernán Gómez. Ya tendré ocasión de hablar de esos libreros de viejo. Esos raros resistentes y necesarios amigos de los que nos movemos por esas pasiones. Esos que hacen posible el encuentro con esta perdida primera de edición de un libro de Manolo que quisimos y extraviamos. Para recuperar nuestro tiempo perdido están los libreros de viejo.
El largo poema de Vázquez Montalbán dedicado a su tía, además de deudor de Jorge Manrique, es también de los rapsodas de los tiempos de la radio de Bobby Deglané, de la cultura pop y de la académica que también tenía Vázquez Montalbán.
En su prólogo decía que "recitado es un poema meditación y puede ser una incitación a la ternura. Muy adecuado pues para la sobremesa del Día de Difuntos y para las alcobas a media luz donde todo es posible. Es un poema afrodisíaco".
Lo tendré que leer siguiendo sus consejos. Nunca había percibido lo afrodisíaco.
No lo tengo claro, sí que me gusta ese poema dedicado a una señora sin historia grande, con su historia pequeña y el poema de su sobrino que la hace vivir más allá de lo que imaginó:
"…el miedo a los olvidos / por todo ello memoria traigo / para mi tía Daniela/ Monterde Viader / o Viadell/ nunca lo supo/ hija de Sinarcas/ ilustre fregona/ mala lengua/ cigarra/ en el pobre hormiguero/ proletario/ de la España de charanga/ y pandereta/ devota de Belmonte / y de María / nunca supo/ que mereció ser triste/ el balance de su vida/ ignorante/ de la sabiduría que rebela/ desespera/ estetiza los cansancios/ puso su corazón / al ritmo del instinto/ y su cerebro / al de un cuplé/ insustancial…"
Yo también tuve mi tía Daniela. El poeta Manolo, hizo el poema para todas las Danielas. Gracias.