Víctor Gómez Pin
Esta diferencia en la matriz es irreductible, y el cómputo de los crímenes de uno y otro bando no la convierte en modo alguno en variable de poco peso. Y quisiera estar convencido de que, en un fuero que no consiguen erradicar, los mismos defensores de la tesis contraria sienten que la dignidad está del otro lado. Digo "quisiera estar convencido", porque ciertamente no estoy seguro de estarlo, es decir: no estoy seguro de que sea apodíctico el argumento kantiano de que hasta para enarbolar banderas contrarias a la razón y a la dignidad, el hombre está obligado a hacer cómputos racionales y a responder a una provisión mínima de moral y de confianza en la moralidad del otro (recuérdese el apólogo sobre la petición de dinero en base a la simple palabra).
Estoy tanto menos seguro de lo anterior cuanto que, en mi propio entorno, escucho argumentos que homologan lo que significó el comunismo y lo que significó el fascismo o el franquismo. Se homologa, en suma, el fracaso para el ideal emancipador que suponen los campos de Siberia, al triunfo para el proyecto reductor de toda emancipación que suponen los campos de Petain, o la plaza de toros de Badajoz. Se homologa, en suma, en función de un imposible monto objetivo de mal y dolor, haciendo abstracción de que para el ser humano todo (dolor incluido) pasa por la criba de una interpretación, y que no es lo mismo el mal en que se abisma el ideal de libertad que el mal generado por el deseo de ahogarla.