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Blogs de autor

La belleza, la voz, la vista

Por 5 de marzo de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

Escuchar una ópera nos permite imaginar la imagen de los componentes del drama como gustemos. Había escuchado algunas veces la ópera "La Gioconda", del casi olvidado Ponchielli. Con momentos tan famosos como el aria de "Cielo y mar", que ahora da título al nuevo divo de los tenores, el mexicano Rolando Villazón. Un cantante exuberante, poderoso, comunicativo y buen mozo. De la Gioconda también conoce todo el aficionado a la música o al ballet, la llamada "Danza de las horas". Además está el sufridor personaje central, la enamorada, apasionada y buenísima chica, esa cantante callejera, hija de una ciega, que está enamorada de uno que no la ama. Un dramón de Arrigo Boito, a partir de una obra de Víctor Hugo. Todo muy del gusto del pasado siglo. Pero la belleza de la música, además de la hermosa danza, ha permitido que esta incomprensible historia- como tantas de la ópera- siga siendo muy representada, muy querida y muy bien aceptada.

Hay un personaje que enamora al protagonista, al tenor de "Cielo y mar" que daría la fama al español Gayarre, es la bella y malcasada, Laura. Una mujer muy hermosa, una mujer atrevida por la que se provocan todas las desgracias de la obra. Siempre la imaginamos muy hermosa, capaz de seducir al bello y aventurero Enzo, a ese del que está fatalmente enamorada la Gioconda. Una mujer por la que uno estaría dispuesto a algunas locuras.

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Con esa imagen idealizada fui al Teatro Real. Más bien, con esa ingenuidad, porque ya tendríamos que estar acostumbrados, a nuestros años y nuestras óperas, que una cosa es la voz y otra el cuerpo, una la realidad otro el deseo. Todos tenemos claros ejemplos de físicos que se contradicen con las pasiones que desatan en el escenario. Es un componente habitual de ese tinglado que es una ópera. Lo sabemos, y sin embargo nos decepcionamos.

La cantante que representa Laura, por decirlo discretamente, está en las antípodas de lo que uno entiende como arrebatadora belleza. Incluso lo que uno entiende por belleza. Aún diría más, lo que uno entiende por pasable. Es muy pequeña- unos señores que parecían muy serios detrás de mi fila, cada vez que entraba en escena decían: "¡ya viene el tapón!"- tirando a bastante gorda y con un físico poco agraciado. De voz estupenda pero cuando se abrimos los ojos es difícil dar crédito a que esa señora despierte tantas pasiones. En fin, tendrá mucha belleza interior. La ópera, que es representación en vivo y directo, ¿no debería cuidar más sus repartos? Ya se que la belleza es subjetiva, pero no tanto. A veces es mejor no ver. La imaginación tiene más posibilidades. La realidad suele ser más fea.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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