Víctor Gómez Pin
Como en la anterior reflexión había ya entrado en materia de filosofía de la naturaleza, seguiré por este camino, aunque algo más adelante se introducirá consideraciones vinculadas al lazo entre filosofía y política. Por otra parte, las características mismas de este medio hacen que sea necesario a veces introducir digresiones que alejan por un momento el tema que se está tratando. Haré un esfuerzo para que todo ello no haga sacrificar en demasía el proyecto de ofrecer aquí una suerte de inventario de problemas filosóficos y un esbozo de los instrumentos que se han de manejar para abordarlos. Hoy empezaré considerando una de las palabras mayormente presentes en la jerga filosófica.
Utilizamos con frecuencia expresiones vinculadas a la palabra ente sin saber demasiado lo que queremos decir, y ello en razón misma de la excesiva generalidad: Un periodista puede escribir: "el ente autónomo Radio Televisión Española está amenazado por la política gubernamental". Y un abogado afirmará: "x carece de entidad jurídica para constituirse en parte". En ambos casos hay referencia a abstracciones, entendiendo (en este caso preciso) por tales lo designado por conceptos sin correlato físico.
Cuando hacemos referencia a estos últimos creemos tener relativamente claro lo que tenemos en mente: una entidad física es material, diremos de entrada. Mas si se nos pregunta qué quiere decir material, no es seguro que la respuesta sea evidente. Desde luego es material la mesa sobre la que reposan mis cuartillas y las cuartillas mismas, y el bolígrafo que sobre ellas se desliza. Y también son materiales los rasgos que forman las letras que se van configurando. Mas surge una pregunta: ¿es material asimismo la superficie de la mesa, y la de la cuartilla, la del bolígrafo, y hasta, si se me apura, la superficie de las letras?
Entra aquí un embrión de duda. Por una parte es evidente que sin materia no hay superficie, de tal manera que, en términos lógicos, cabe decir: superficie implica materia. Evidente parece asimismo que toda entidad material presenta una superficie, siendo pues también válido: materia implica superficie. Indisociables pues los conceptos de superficie y de materia, pero la cuestión no está zanjada:
No nos vinculamos a la superficie de la misma manera que nos vinculamos a la mesa misma. Y sobre todo, no nos conformamos en nuestras vidas con la superficie de las cosas, por mucho que la primera sea en ellas lo más inmediato, lo más aparente. Queremos, en suma, la sustancia de las cosas materiales y sentimos, como en una de estas reflexiones se decía, que simplemente lo superficial no es sustancial.
Mas ¿qué es lo que distingue a lo sustancial y material de lo superficial y fenoménico? ¿Cuáles son los rasgos más generales, los rasgos mínimos que permiten afirmar que lo que se presenta ante nosotros es material?
Como hemos visto, a esta pregunta se confronta Aristóteles en su Física y también se confrontan los clásicos de la física, aquellos a los que debemos las fórmulas elementales que aprendimos quizás en nuestros años escolares -Galileo y Newton en primer lugar-, y los grandes de la física del siglo XX.