Víctor Gómez Pin
"Incluso en los goces artísticos, que se buscan, sin embargo por la impresión que producen, nos las arreglamos lo más pronto posible para prescindir, por inexpresable, de lo que es precisamente esa impresión misma y para dedicarnos a lo que nos permite sentir el goce sin conocerlo hasta el fondo y creer comunicarlo a otros gustadores con quienes será posible la conversación , porque les hablamos de una cosa que es la misma para ellos y para nosotros, ya que se ha suprimido la raíz personal de nuestra propia impresión. En los momentos mismos en que somos los espectadores más desinteresados de la naturaleza, de la sociedad, del amor, del arte mismo, como toda impresión es doble, medio envainada en el objeto, prolongada en nosotros mismos por otra mitad que sólo nosotros podríamos conocer, nos apresuramos a prescindir de ésta, es decir, de la única a la que debiéramos ser fieles, y sólo tenemos en cuenta la otra mitad, que, no pudiendo profundizar en ella porque es exterior, no nos producirá ninguna fatiga." ( Marcel Proust A la Récherche… traducción de alianza editorial p.241, La Pléiade, 3, p. 891. A partir de ahora, cuando cite a Proust me referiré a esta edición en tres tomos efectuando yo mismo la traducción.)
La erudición posibilita "el razonar sin límite sobre el arte", pero en nada facilita "la sumisión a la realidad interior"(3,882) que es la condición del mismo. La erudición es precisamente el pantano en el que quedan atrapadas las vírgenes (o mancebos si se prefiere) del arte que el juicio final tan justamente condena:
"El pequeño surco que la vista de una iglesia ha abierto en nosotros, nos parece demasiado difícil de ser percibido. Sin embargo interpretamos la sinfonía, volvemos a ver la iglesia hasta que- en esta huida de nuestra vida que no tenemos el valor de contemplar y que se llama erudición- las conocemos tan bien, y de la misma manera que el más sabio de los músicos o arqueólogos. Por ello, ¡cuantos son los que se quedan en este nivel y nada extraen de su impresión, envejeciendo inútiles e insatisfechos como solterones del arte! Tienen los dolores propios de las vírgenes y de los perezosos, dolor que la fecundidad y el trabajo curarían." (3, 891-892)
La erudición es la fuente de esa exaltación excesiva ante la obra ajena, tan diferente de la más contenida de aquellos para quienes constituye "objeto de una dura labor de profundización" (ídem).
"Se exaltan tanto más respecto a la obra de arte que los verdaderos artistas, pues tal exaltación no es para ellos objeto de una dura tarea de profundización, se despliega hacia el exterior, enardece sus conversaciones, enrojece su rostro; creen realizar algo gritando hasta la afonía ¡bravo ,bravo¡ tras la interpretación de una obra que les gusta. Pero estas manifestaciones no les mueven a aclarar la naturaleza de eso que aman, que permanece para ellos desconocido." (3, p.892)