Víctor Gómez Pin
Leo ("Le Monde Diplomatique Julio 2013) un impresionante informe del profesor Vicenç Navarro sobre los orígenes de la conmoción económica actual, en el que se describe la rebelión del poder contra el compromiso, trabado en los años de posguerra, entre la defensa de los intereses del capital y la defensa de los intereses del trabajo, el cual había permitido que lo globalmente percibido por el trabajador (salario directo más beneficios sociales) aumentara paralelamente a la productividad. Puesto en cuestión desde principio de los ochenta, el pacto quedaría tocado de muerte desde la caída de la Unión Soviética, aunque el ataque se disimulara por la necesidad de subvencionar la reunificación alemana que exigió aumentar el déficit público y generar una dinámica de endeudamiento, primero en la propia Alemania y después en toda Europa, mediante el expediente de esa "alemanización de los intereses monetarios" que supuso la creación del Euro.
Este endeudamiento habría a lo largo de unos años disimulado que la batalla la iba ganando el capital, y las cifras que da el profesor Navarro son escalofriantes: "Durante el período 1981-2012, el descenso de las rentas del trabajo fue de un 5.5 en Alemania, un 8.5 en Francia…y un 14.6 en España". Naturalmente para que esto pudiera ocurrir la forma de terrorismo consistente en disciplinar a los trabajadores con la amenaza del paro fue un ingrediente clave. De tal forma que el desempleo, lejos de ser una maldición para los gestores, del capital es un arma indispensable…que obviamente puede conducir a la explosión del sistema. Bastaría quizás con que los trabajadores alemanes empezaran a sumir las consecuencias de que "tienen más en común con los trabajadores de los países GIPSI [acrónimo que al incorporar a Italia vendría a sustituir al "ocurrente" PIGS] que con su establishment financiero y exportador". Obviamente, tras los alemanes habrían de incorporarse a la causa los trabajadores del norte de Italia y los de Cataluña o Finlandia…
¿Y entretanto? Simplemente la guerra fratricida, el rechazo a la otra víctima, sustituyendo a la lucha contra el capataz propio (y digo "capataz", porque aquí efectivamente nadie tiene el mando, lo cual, aunque exime de responsabilidad a los que parecen tenerlo, no por ello les hace menos viles). En el ínterin… simplemente la obediencia, obediencia que alimenta la matriz del odio.