Víctor Gómez Pin
Creo que este movimiento responde a una real carencia de nuestra civilización. De alguna manera se trata de una protesta: las razones para no estar satisfechos con nuestra humanidad se traducen, no tanto en proyecto de mejorarla como en repudio de la misma, bajo forma de negación de su singularidad. Precisamente porque responde a causas profundas, por el momento este movimiento no parece que vaya a ser contenido: estamos ante una movilizadora causa urbana clamando contra la urbanización de nuestra existencia. Hay en esta actitud, una evolución que refleja una paradoja. Un tiempo la visión idílica de la naturaleza podía sintetizarse en la clásica "nostalgia de aldea y menosprecio de corte". Al respecto el siguiente párrafo con el que se cierra el libro de Guevara:
"Quédate adiós, mundo, pues en ti no hay gozo sin sobresalto, no hay paz sin discordia, no hay amor sin sospecha, no hay reposo sin miedo, no hay abundancia sin falta, no hay honra sin mácula, no hay hacienda sin conciencia, ni aun hay estado sin queja, ni amistad sin malicia(…) ¡Oh, mundo inmundo!, yo que fui mundano conjuro a ti, mundo, requiero a ti, mundo, ruego a ti, mundo, y protesto contra ti, mundo, no tengas ya más parte en mí; pues yo no quiero ya nada de ti ni quiero más esperar en ti, pues sabes tú mi determinación, y es que: Posui finem curis; spes et fortuna, valete (Puse fin a mis cuitas ; esperanza y fortuna, adiós).
Aquí se acaba el libro llamado Menosprecio de corte y alabanza de aldea, en el cual se tocan muchas y muy buenas doctrinas para los hombres que aman el reposo de sus casas y aborrecen el bullicio de las cortes". (Antonio de Guevara. "Menosprecio de corte y alabanza de aldea" Valladolid 1539 Capítulo XX.)
En la disposición que esta obra refleja, las gentes del mundo rural (campesinos, cazadores, pastores, pescadores) eran contemplados no ya como garantes de la alimentación sino como conservadores naturales, por así decirlo, del ambiente.
Basta considerar el hecho de que, en la vecina Francia, ganaderos y agricultores sufren continuos ataques en sus instalaciones (incendios incluidos) por parte de grupos ecologistas, urbanos generalmente, para medir hasta qué extremo las cosas han cambiado: acusados de depredadores, los campesinos franceses caen en la depresión, hasta el punto de ser uno de los colectivos de Europa en el que se da índice mayor de suicidios.