Jesús Ferrero
Un perro empieza a ladrar
en mitad de la calle desierta.
Es la única voz que cuartea los muros de la noche.
Las farolas vomitan su luz enferma
sobre las aceras sin gente.
Al perro le asusta tanta inmovilidad,
tanto silencio.
La noche le parece demasiado oscura
a pesar de que la luna es un disco rojo.
De pronto,
los ladridos se trasforman en aullidos:
el perro acaba de convertirse en lobo.