Víctor Gómez Pin
La laringe fue propuesta como un ejemplo magnífico de las transformaciones causadas por este segundo criterio evolutivo. Es sabido que la laringe es un órgano esencial en la articulación del lenguaje aunque ésta no fuera su originaria función. Su localización y estructura estaban ya determinadas:
En otros animales, la laringe juega un papel esencial a la hora de proteger la tráquea y los pulmones de los trozos de alimento que caen a lo largo del tubo faríngeo. Las cuerdas vocales de la laringe hacen de trampilla, y si ocurriese un accidente, éstas controlarían el aire en la explosión de los pulmones al toser y expulsar los pedazos de alimento potencialmente peligrosos. Esta función tan esencial quedó relegada (en el caso humano) a un segundo término, y el órgano evolucionó en su localización y estructura de tal modo que ya no es eficaz ante una eventualidad como la señalada. De hecho, la laringe humana parece formada y localizada para el discurso, y su objetivo original jugaría hoy tan sólo un papel secundario.
La posición de la laringe humana es quizás la diferencia más pronunciada en relación con otros mamíferos, chimpancés y gorilas incluidos. En otros mamíferos, la laringe se localiza en lo alto, justo detrás de la lengua. En nosotros, sin embargo, se ubica más abajo y por consiguiente las cuerdas vocales son incapaces de detener los restos de alimento en cuanto dejan la boca. De ahí que seamos los animales mayormente susceptibles de atragantarnos al comer. Dado esta amenaza potencial, la pregunta surge: ¿por qué la naturaleza se desarrolla de un modo tan destructivo para nuestra especie? La respuesta se encontraría en la ventaja que la posición inferior implica para la articulación de fonemas. Esta singular ubicación ha permitido la constitución de la faringe, que une la parte posterior de la boca con la apertura de cuerdas vocales, y que favorece el discurso de dos modos:
1) Incrementando la resonancia, la cual en otros animales se debe exclusivamente a las cavidades nasales u orales.
2) Permitiendo la emisión de los sonidos "guturales", muy importantes en algunas lenguas como el árabe. "No es exagerado afirmar que la caída de la laringe ha permitido el ascenso de la humanidad", afirma al respecto un lingüista contemporáneo.