Jean-François Fogel
Entre las tareas asumidas por el periodista inglés Michael Reid al escribir Forgotten Continent: The Battle for Latin America’s Soul (Yale University Press) se encuentra algo incómodo, algo que provocará aplastantes polémicas: definir la calidad de la democracia país por país. El periodista lo hace, apoyándose en los trabajos de politólogos que no pueden esconder la necesaria subjetividad, en el momento de establecer una clasificación en tres categorías.
1. Países con democracias consolidadas.
Sólo hay dos países, pequeños países, que pertenecen plenamente a esta categoría según Reid: Uruguay y Costa-Rica. Tienen una historia democrática de más de un siglo, no mantuvieron una parte importante de su población fuera del desarrollo económico y, lo que suaviza la solución de los problemas, tienen una cierta unidad etnográfica. En el libro clásico del politólogo Robert Dahl (On democracy) sólo hay un país de América Latina en la lista de las 22 "viejas democracias": Costa-Rica. El continente tiene todavía mucho camino que recorrer si quiere una vida democrática.
Chile y Colombia son posibles opciones para la primera categoría, según Reid, que sólo admite a Chile a pesar de la cortita historia de su pleno retorno a la democracia (un proceso que se terminó, dice, durante la última presidencia de Ricardo Lagos). Colombia, por sus guerrillas y la escasa presencia del estado en grandes partes de su territorio no puede esgrimir su vida parlamentaria para presentarse como una democracia consolidada y se queda fuera.
2. Países caminando hacia la consolidación de su democracia.
Entonces, Colombia está en la segunda categoría, con Argentina, Brasil, México, República Dominicana y Perú. Son países que van consolidando sus instituciones democráticas, les falta historia, continuidad. La presencia de Argentina se debe, más allá de la violencia, a la politización de su justicia y de su administración pública. Argentina es un país que pasó de la primera categoría a la segunda a lo largo del siglo XX.
En esta misma categoría de países que van para mejor, Reid añade, a regañadientes, Paraguay, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Viven procesos de recuperación, sí, pero son todavía muy verdes.
3. Países donde la democracia es inestable o amenazada.
Venezuela, Ecuador, Bolivia y Guatemala configuran esta última categoría. Los tres primeros países figuran entre los alumnos malos de la democracia, no tanto por las opciones "populistas" de su gobierno sino por el caos de su vida reciente (cambios repetidos de presidente, papel de la expresión violenta en la calle, golpes de estado fracasados, etc.).
A pesar de todo Reid es optimista, nota el progreso de la vida democrática y sobre todo la desaparición del clásico movimiento de péndulo entre democracia y dictadura. En muchos países los ejércitos perdieron su "derecho de veto" sobre la vida política lo que favoreció la aparición, en los últimos veinte años, de una izquierda más social-demócrata, más pragmática. Las elecciones parecen también más limpias, más abiertas. En muchos casos, una descentralización favoreció la vida democrática. Desaparece por fin "la caricatura de una pequeña élite blanca gobernando a masas mulatas o negras". Es un fenómeno amplio, que abarca la vida de todo el continente, resumido por Reid en una frase: "son las sociedades de América Latina y no sólo sus sistemas políticos, que se pusieron más democráticas".