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Dejar que el lenguaje pese

Por 6 de julio de 2023 julio 13th, 2023 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

El ensayista, narrador y músico francés Pascal Quignard, apostando a que el lenguaje tiene la capacidad de multiplicar los poros de la realidad, a fin de impregnarla de forma exhaustiva, reducirla y hacer de toda cosa palabra,   pone a prueba esta convicción de la única manera posible, a saber, en  la práctica literaria, de tal manera que la literatura viene a ser como el laboratorio dónde se pone a prueba una tesis filosófica. Y el autor, digamos, nos hace cómplices del método que adopta. “Yo hago lo siguiente: dejo que sea el lenguaje mismo el que pese, piense, penda, dependa (Pascal Quignard, Las sombras errantes. Swann-Ensayo Shangrila)

En el caso de Quignard, este proceder se traduce en  prodigiosos párrafos en los que la lengua francesa se hace (incluso para el lector formado en ella) temible, por irreductible a la ayuda que puede proporcionar un diccionario; párrafos en los que la lengua parece hurgar por vez primera en lo dado, no tanto intentando encontrar la palabra para el hecho, como intentando elevar este último a la categoría de palabra: “Todo sin excepción, incluso lo más ruin, una vez nombrado, incrementa su existencia, acentúa su independencia, viene a ser suntuoso”( Les solidarités  mystérieuses, Gallimard Paris p.193.).

Y un personaje sirve de ocasión para ilustrar tal tesis, Juliette, a quien la condición de profesora de ciencias naturales sirve de pretexto para decir el mundo: “La escuchaba (…) hablar y nombrar de una manera tan sencilla y firme. Dios es verdaderamente el Verbo. Obviamente no es Quignard el único escritor caracterizado por esta disposición. He aquí lo que, al respecto, escribe un grande entre los grandes:

«Ocurre algo loco, en verdad, en torno al hablar y el escribir. La 
auténtica conversación es un mero juego de palabras. Solo cabe
asombrarse por la equivocación ridícula de la gente, que cree que
habla en relación con cosas. Lo que es precisamente lo más propio del
lenguaje (el hecho de que solo se ocupa de sí mismo) no lo sabe nadie.
Por esta razón es un misterio tan asombroso y tan fecundo que uno, al
hablar solo por hablar, enuncie precisamente las verdades más
grandiosas, las más originales. En cambio, si quiere hablar de algo
determinado, entonces el chistoso lenguaje le hace decir las cosas más
ridículas y erradas. De aquí proviene también el odio que tienen
tantas personas serias contra el lenguaje. Advierten su ligereza, pero
no advierten que ese despreciable charlar es el lado infinitivamente
serio del lenguaje. Si uno pudiera siquiera hacerle entender a la
gente que con el lenguaje ocurre lo mismo que con las fórmulas
matemáticas… Estas constituyen un mundo en sí mismas; juegan solo
consigo mismas; no expresan sino su maravillosa naturaleza y
precisamente por eso son tan expresivas – precisamente por eso se
espeja en ellas el singular juego de relaciones de las cosas. Solo por
su libertad son miembros de la naturaleza y solo en sus movimientos
libres el alma del mundo se manifiesta y las hace delicada medida y
modelo de las cosas. De igual modo ocurre con el lenguaje: aquel que
tiene un sentimiento refinado de su digitación, de su compás, de su
espíritu musical, aquel que oye en sí mismo el delicado efecto de su
naturaleza interior y mueve luego la lengua o la mano, este será un
profeta; por el contrario, aquel que sepa sobre él pero no tenga el
oído y la percepción necesarias escribirá verdades como esta pero el
lenguaje mismo le tomará el pelo y los hombres se burlarán de él como
hacían los troyanos con Casandra. Aunque yo crea haber indicado con
esto la naturaleza y la misión de la poesía de la manera más clara,
sé, sin embargo, que no lo puede entender persona alguna y que he
dicho algo muy tonto, ya que quise decirlo y ninguna poesía surge de
este modo. Pero ¿cómo sería esto si yo hubiera estado forzado a
hablar?; ¿si este impulso lingüístico de hablar fuera el rasgo
distintivo de la inspiración del lenguaje, de la eficacia del lenguaje
en mí?; ¿si mi voluntad solo quisiera aquello que yo estuviera forzado
a hacer? ¿Podría, entonces, ser esto finalmente poesía sin que yo lo
supiera o lo creyera?, ¿y haber hecho comprensible un misterio del
lenguaje?, ¿y yo sería, entonces, un escritor competente, ya que un
escritor, acaso, no es más que un poseído por el lenguaje?

(Novalis, Monólogo, citado por Roberto Calasso, La literatura y los dioses Anagrama)

 

Es algo casi elemental. Si la capacidad para el lenguaje singulariza al animal humano, este será tanto más fiel a su naturaleza cuanto más permita que el   lenguaje se despliegue sin cortapisas, lleve al acto sus diversas potencialidades: desde las meramente funcionales (aquellas que le acercan mayormente a un código de señales, poniéndose al servicio de causas exteriores) hasta las cognoscitivas y creativas.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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