Víctor Gómez Pin
Recordemos que Linneo era creacionista y consideraba que el número de especies permanecía invariable desde la creación ("hay exactamente tantas especies como en su día fueron creadas", afirmaba).
Sin duda las taxonomìas han cambiado desde Linneo. La relación evolucionista entre individuos determina clasificaciones que tienen tan sólo un valor provisional. Sin embargo, el criterio formal para proceder a especificar no ha cambiado: descubriremos una nueva especie como resultado de que en un marco compartido (lo que Aristóteles denominaba género) se percibe un rasgo no implicado en el género mismo (o sea, no es analíticamente deductible de él) y que singulariza en algo radical (por ejemplo, en la posibilidad de progenitura viable) a los individuos que lo poseen. Y el aristotélico límite del proceso también persiste: una vez que hemos reconocido la especie, tenemos mucha dificultad para hallar rasgos clasificadores de los individuos. No hay un conjunto de diferencias que nos permita dar una clara definición genética de Pedro frente a Pepe.
Los individuos difieren por rasgos contingentes, rasgos que (por posición a los claros y distintas de la forma o especie) Aristóteles calificaba de diferencias materiales, rasgos dependientes, por ejemplo, del llamado junk ADN.
En la historia de las clasificaciones cabe aquí mencionar la de la de R. H. Whittaker que en 1969 convirtió en cinco los dos reinos de Linneo (monera, protista, plantae, fungi, animalia). Pero particular interés tiene la clasificación de Carl Woese, que en 1979 dividió el registro de la vida en tres amplios reinos: bacterias, arqueas y eucariotas. Los dos primeros reinos recubren organismos unicelulares y en el universo de los eucariotas hay cinco linajes uno de los cuales (uno entre otros) recubre tres regiones que son plantae, fungi y animalia.
Cabe enfatizar el hecho de que en conformidad a esta clasificación lo más singular son los arquea, que difieren de las bacterias nada menos que por el 56% de la secuencia genética. Estos seres son amantes de lo extremo, son insensibles ácidos son generadores de metano y sobreviven a temperaturas elevadísimas.