Vicente Verdú
Hay personas que de los coches sólo les interesa que les puedan llevar de un sitio a otro. A unos zapatos los eligen sólo porque son más cómodos y, en cuanto a los relojes lo único importante que les exigen consiste en que señalen bien la hora.
Estos seres de carácter instrumentalista y PRÁCTICO son lo opuesto al ciudadano evolucionado en cuya condición la estética forma parte de su composición sustantiva. Los “prácticos” son simples, mezquinos o vetustos.
Los que hacen predominar el absoluto de la función sobre el papel del significante no pertenecen todavía a la cultura general del consumo y, en consecuencia, se han quedado desfasados cuando no perdidos. El tiempo les ha pasado por encima sin impregnarlos de actualidad y vitalidad.
Se trata de gente que, en general, observa la contemporaneidad con enorme desdén y presume de no entender lo que ocurre, puesto que en este caso creen que la ignorancia los prestigia y les muestra con criterios tan independientes. Y firmes.
Pero toda firmeza resulta hoy demasiado indigestible. El rigor aboca enseguida a lo más grotesco y la seriedad –contra la superficialidad o el juego- empuja hacia el borde del peor anacronismo.
El ejercicio de lo que este grupo mental llamaría “frivolidad” hilvana el patrón de nuestro tiempo. No ser superficial, trivial o frívolo hoy es igual a haber perdido el tren de la historia. Nuestro tiempo tiende a ser tan fugaz como liviano, tan significante como insignificante. La búsqueda de la utilidad del objeto –y su persistencia y su trascendencia y su herencia- fue una característica del universo burgués del siglo XIX pero hoy su figura espanta. Espanta tanto como las ideas que perviven en brazos de sus descendientes instrumentalistas, ideas que se mecen como cadáveres, aparecen como adefesios y se prolongan como zombies.
El reloj personal no sirve hoy para saber la hora. Su función es lo de menos o es próxima a cero. Hay tantos relojes por todas partes y a cualquier hora que su servicio es superfluo. El reloj marca pero no ya la hora sino la honra: estética, caracterológica, comunicacional, sexual, lúdica o irónica. Quien tenga reloj que entienda o que se amortaje para siempre.