Vicente Verdú
En el encantado espacio de La montaña mágica, la enfermedad es como una patria. La patria allí de los elegidos por el beso de la tuberculosis cuyos síntomas, lejos de inducir asco, brillan como indicios de distinción. Cualquiera llegado hasta el sanatorio de Davos, como Hans Cartop, será absorbido por la fascinación de esa esfera de pacientes que componen un mundo elevado sobre la colectividad.
La enfermedad ha conferido tanto prestigio que prácticamente todos los genios han venido aludiendo a su etapa de postración como la base de su formación intelectual y artística. Poetas o novelistas que se introdujeron en la literatura gracias a un mal del aparato respiratorio, pintores e inventores que atravesaron una etapa de enajenación hasta renacer con ella a una lucidez desaforada.
La soberanía de la mente se forjaba en la cama y el trastorno del conocimiento capaz de movilizar al mundo se potenciaba en la parálisis del hospital. Los enfermos inspiraban respeto desde la Edad Media cuando el doliente se ganaba, a ojos vista, la recompensa equilibradora del cielo. La fama del enfermo se potenció en el romanticismo -siempre en trance de volver- oponiéndose a la presunta simpleza de la persona demasiado sana. Un cuerpo repleto de salud no ofrece lugar para la sabiduría: salud y sabiduría se oponen como dos netas opciones del ser.
Sin embargo, los miles de enfermos del mundo ¿en qué cosecha de progreso se ven reflejados? Los lugares de la pandemia o la epidemia, ¿qué obras de arte crean y propagan?
En un enérgico gesto de la Historia la salud ocupa hoy un lugar central. Ni para bien ni para mal del espíritu, sólo para empezar a ponderar la posibilidad de producir.
El cuerpo y su fábrica, la salud y su productividad, han sustituido a la magia de la espiritualidad y el fruto del milagro. El sujeto sano es el eje de la cultura o la ciencia. El sujeto enfermo es la desviación, la culpa, la irresponsabilidad, el deterioro, la decadencia.
Todavía en la juventud de los años sesenta y setenta se mantuvo la infatuación del artista enfermo mientras ahora casi cualquier revés en el organismo se traduce en una sospecha sobre la capacidad profesional del interfecto. Sobre la calidad y el valor del artefacto.