Vicente Verdú
En oriente,
muy cerca
o muy lejos,
lo mismo nos da
se iza una promontorio
de estaño
que procede
de un seísmo
sin documentación.
Este macizo,
de tan poca
consideración
telúrica,
fulge
según las horas y
los minutos macilentos.
Fulge como
un flanco
acuoso
de la pena,
de la melancolía,
y del tópico dolor.
No duele, sin embargo,
nada importante.
Se alza
como una emanación
sin roces.
Sólo habitada
por un forro
de raso amargo
y de desolación.
Parece muy triste
todo esto
pero sólo resulta
efectivamente
plomizo.
No da pie
al llanto
el vahído
o la desconsolación.
Es así,
medio
deforme y deshuesado
medio ayuno
y pulimentado,
como si tratara
de un lamento ante
el agua del mar.
Del mar o su laringe
que viene a absorber.