Vicente Verdú
Decidimos escondernos ante el temor
de que un tropel
presidido
por grandes minerales
nos encerraran
cabeza abajo
en gallineros
de yeso.
Aves que surcaban
con estelas
cerámicas
unos cielos impacientes.
Impacientes
por asaltar
nuestros pobres ahorros
y ropas.
Tan limitados enseres
como nosotros mismos:
embaucados
por la obligación
de ser felices
sin dulces ni reflejos.
Sin morir.