Vicente Verdú
El semblante
por antonomasia
es el semblante
del perro
o de la perra
que presentan
dos planos homologados
de la misma faz.
Los pájaros carecen,
sin embargo,
de esta dúplica
afectiva en su rostro
a causa
de su típica impertinencia
facial,
obra del pico.
divisorio y neandertal.
Un pájaro
no sabrá besar
nunca
ni podrá,
en consecuencia
dar la felicidad
de amantar.
Establecer un contacto
con sus labios
picudos
carece de sentido
sufre y carece de sensualidad.
Los perros son
excesivamente babosos
desmedidamente bucales
pero su amor tan mamífero
hace soportar
en parte,
su perfil pérfido
feo o lavado
y sus garras
sin apropiado control.
Hasta sus ojos disparados
en una y otra opuesta dirección
hacen rechazar
su sintonía
humanitaria
cuando son heroicos.
Se ama, en general, a los animales
como seres vivientes
también
de este perro mundo,
pero es admirable
quienes hallan
en su amor
un amor sucedáneo
o paliativo de la soledad
Cuando, de hecho,
no hay igualdad alguna
respecto a la complejidad
humana. Feliz o desdichada.
Los perros ladran
y se excitan inadecuadamente
o incluso de forma obscena.
Inapropiadamente, en fin
puesto que gimen
o palpitan desaguisadamente.
Los pájaros son
,en general,
y en otro extremo
el colmo
de la frugalidad comunicativa
o de la mezquindad mental.
Hay excepciones,
claro está,
pero, como tales,
dan pie a películas
aflictivas
o hacer llorar.
El pájaro carece
de capacidad de amar
voluptuosamente.
No conoce otra pasión
fuera del nido.
Distantes o epicenos
habituales
nuestro cariños
y el suyo
quedan blindados
entre las plumas.
Un milagro, de otra parte,
de la comunicación
o la incomunicación.
El perro se sobrepasa
en el cariño
e inspira lástima
el pájaro no accede
e inspira, a menudo, indiferencia.
Seríamos, sin embargo,
todos unos
arracimados y solidarios
al morir.
Felices juntos
bajo una devastación
nuclear.