Vicente Verdú
Si vivo, al menos,
un año y medio más
me compraré el nuevo Amarok
de VolksWagen.
Un motor V6 TDI de 3 litros
que proporciona una potencia
de hasta 550 Nm.
Motion a las 4 ruedas
con función Off Road
y App Connect.
No sé bien,
desde luego,
a que se refieren
estas lindas especificaciones
pero el auto
posee el irresistible encanto
del color azul cobalto.
La eternidad estética
representada metálicamente.
Una mecánica elegante
que posee el feliz encanto
de la insuperable figura
del pick up.
La memoria imborrable
de los años suburbanos
en los bosques felices
de Filadelfia.
Entonces,
cuando toda la familia
aunada estaba viva
y se bromeaba sobre cualquier cosa
sin valor.
Un pick up
Parece, en España.
una excentricidad
urbana
pero en Pensilvania
era una repetida
y amorosa centralidad.
Claro que ahora
no hay aquellos bosques
de arcenes
y he perdido, inesperadamente,
alegría de vivir.
La memoria, sin embargo,
confita el recuerdo.
Los sueños
vuelan sobre los lugares
y los tiempos
navegan para albergar
como un obsequio
la gozosa vida vivida.
Vivida
como un menú
sin asomo temor.
El pánico actual ante
un gran tigre
improvisado
sobre el abismo de la defunción.
¿La defunción?
¿En qué veneno estoy pensando
mientras, por la ventana,
cruzan coches y coches
como ayer?
Desprovistos, sin embargo,
De un azulado pick up.
El coche nos lleva de aquí para allá
O sea del
este al oeste. Del norte al sur. Sobre un territorio
Que no se hunde bajo los pies
Ni explota para enviarnos
Como fardos
Al más allá