Vicente Verdú
Un estrépito de luces
nos hizo sentir
la máxima destrucción
y el aliento entrecortado
entre células de acero
colaboró a aceptar
como endulzada
y cianótica
la noche.
La noche del cuerpo
y de la piel.
La noche de los
Silbidos
entre huesos
interminables
que ya no dejaron de
doler y de crecer.
Ojos clínicos
habían acercado
su visión
hasta los alvéolos
de los sentidos
primarios
y, finalmente,
vaciaron su
conclusión como
vasos de agua
insonora
sobre un cerebro
ya dócil.
Abrazado al final.