Vicente Verdú
Digo sin orgullo,
comúnmente,
que he conocido de cerca
azules trances de muerte.
Muerte seria, muda y enteca.
Muerte bien erguida
en contraste con
la sensación desmayada
o moribunda
que al referirla
adquieren
muchos funerales.
La muerte-muerte,
muerte fehaciente
no deprime el espíritu
ni inocula
una aguada flaccidez.
Es, por el contrario, estimulante.
Vivifica al manifestar su ahínco
y encono.
De estos momentos cruciales,
enérgicamente mortales
obtuve el conocimiento
o la evidencia
de que toda depresión,
cualquier desfallecimiento
ocurre dentro de la representación
No falsa pero enfermiza.
Y la muerte no enferma nunca
Es incólume,
blindada
contra todo medicamento.
Solución absoluta
de líquidos en venas traslúcidas
celadas por la piel.
De ahí la dificultad para asir
sus elementos genuinos
que si acechan
ni se ven ni se palpan.
Cualquier dolencia
aún siendo infame
es sustanciosa y fílmica
La muerte, en cambio,
no puede filmarse
ni referirse
Es fatal, gaseosa,
Infinita, cenital.