Vicente Verdú
Que escribir
sea un consuelo
es desconsolador.
El dolor
se vuelve
un blanco caracol
y el caracol
segrega un amargo
rastro.
Este reguero se extiende
línea a línea,
hasta acabar
hilando
el texto del poema.
Lo escrito se convierte
en una pieza autónoma.
Una suerte de molde
o vaciado
del verdadero dolor
que irá
trasmutándose
en soplo
inspirador.
El molde
será, en adelante, el referente
mientras se desvanece,
poco a poco,
la punzada original.
Punzada de presencia
gradualmente demediada
si se compara
con la determinación
del modelo nacido
precisamente de su cuerpo.
Modelo o remedo,
no remedio.
No una curación directa
de la laceración recibida
sino una figuración
fugándose
de la exactitud.
Fugándose de ella
y ahumándola
hasta que la imagen
se hace artificio,
ficción de la afección.
O este es
el suceso
del proceso
artístico.
Una elaboración
casi invisible
que cambia
la realidad
en creación,
el dolor en un invento
y la aflicción en producción.