Vicente Verdú
Locas facciones
del organismo invisible
se presentan al despertar.
Simplemente, silenciosamente
como piezas metálicas
que vienen a encarcelar el ánimo
y, gradualmente,
todo asomo de bienestar
o amor por permanecer.
Son como planchas autónomas,
Capaces por sí mimas,
De su implantación
y del daño involuntario
que, sin embargo
acumulan con su duración.
Atacantes ciegos
sin localización precisa.
Sólo son nombrables
Por sus efectos.
O, mejor, por la sombra cambiante
De sus destinos quimioterápicos,
en inenarrable
congregación.
Ninguna cadena puede pormenorizarlos
Lógicamente.
Siendo sólo sus efectos sombríos
quienes determinan, borrosamente,
la extensión completa
y profundidad del malestar
Efectos que disuaden
al cabo, de su origen.
Desconectada su posible secuencia,
sorda y ciega a la razón
clínica, a la razón de la razón.