Vicente Verdú
En el verdadero trabajo del artista
no se incluye el desasosiego
por acertar o no con la obra excelente.
La obra posee vida propia vida
y no come de nuestra mano,
ni se nutre de nuestro precocinado pienso.
La obra no nace, crece y termina
dependiendo de su operario.
Todo aspiramos a hacerlo mejor,
y hasta hacerlo eximio
pero la obra se exime con desdén,
escapa de nuestro plan preparado,
(siempre cohibido.
y roído de requerimientos previos).
La obra es libre y será libre el artista
si desea copular con ella.
En la conjugación de esas pasiones
se hará posible (o no)
el pecado exaltado o la satánica chispa.
El fulgor del vicio extraordinario.
Es decir la inesperada y libérrima obra maestra
Puesto que la obra diferencial y sorprendente
es aquella sobre la cual
el primer deslumbrado es su autor.
Ambos enamorados y en un candente
pecado mortal.
Ambos delincuentes compulsivos.
porque así, en esa hampa luciente
es donde cunde
el genuino y bailable
trabajo del artista.