Vicente Verdú
Tras meses de pena y culpa
lacerado por el grito
del volcán y
siendo gatos audaces
las últimas noticias,
vinimos a una
playa
torneada
como una baranda de cobre
diseñando la hilera
del jugo del mar.
Fue el primer signo
de una época
atildada o estética
con besos de púrpura
tierras entibiadas, ciertas
que abrían
sus pliegues
a un entendimiento
ignorante.
Una alegría sin brújula
ni destino fijo,
un bienestar
que hizo saber
el plomo incrustado
en la totalidad del cuerpo,
las ideas criminales
los temores venenosos
y suicidas
que decidieron
tanto tiempo
la historia del dolor.