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Llamadas silenciadas

Por 31 de octubre de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

La conversación telefónica sigue viva de la misma manera que el bailar agarrado, los anuncios clasificados de los diarios o los videoclubs. No hay más que ver cómo reaccionamos cuando suena el teléfono fijo de casa, al cual ya no llama ni nuestra madre. Un sabor a extrañeza primero, un chasquido de lengua, y la intuición de saber que sólo un intruso que nos quiere vender algo puede atreverse a disturbar nuestra paz. No queremos regresar a aquellas llamadas que más de una vez nos han levantado de la cama, en las que el interlocutor comenzaba con un “¿Te he despertado?”; y nosotros, tan pudorosos como mentirosos, respondíamos casi siempre que no sin saber por qué. Según la consultora Nielsen, la llamada telefónica murió hace nueve años: en el otoño del 2007. Entonces, el volumen mensual de SMS enviados en Estados Unidos superó, por primera vez, al de las llamadas realizadas desde los mismos móviles, ratificando que el teléfono había desviado su función principal –la de escuchar y ser escuchado– en aras de una fórmula menos invasiva, aparentemente, de comunicarse.
Entonces aún no existía el Whats­App, que tanto ha contribuido a la adicción al mensaje de texto bajo la premisa de su comodidad y gratuidad. Según cifras difundidas por Mark Zuckerberg, el número que se envían a través de Messenger y WhatsApp es de 60.000 millones por día, triplicando los mensajes de texto que se mandaron en el mejor momento de los SMS. Claro que se abusa de los insulsos “Ok” o de los emojis, que hacen las delicias de adultos y pequeños: en las tiendas de gadgets se ha desatado el furor por los cojines de peluche con las caras de los emoticonos, y el más popular, según me indican mis fuentes, es el que se troncha de risa.
Hoy, los usuarios de los dispositivos se citan por mensaje para hablar por teléfono, y a veces fingen no tener cobertura a fin de evitar la conversación o simplemente han desarrollado fobia al auricular. La gente mayor aún descuelga el teléfono entre la urgencia y la sorpresa, no en vano a través del cable les llegaron muchas buenas y malas noticias; pero para la mayoría de mortales el mensaje invita a una privacidad y eficacia de la que carece la llamada de voz (y más a través de WhatsApp, a menudo tan defectuosas que llegan a reproducir la comicidad de aquellas primeras centralitas caseras). El teléfono fijo, antes monumento doméstico, ha quedado arrinconado y hasta anacrónico. El mismo que sirvió como excusa argumental para obras tan diversas como aquella cabina claustrofóbica de López Vázquez, el monólogo de Cocteau La voz humana e incluso los relatos Llamadas telefónicas de Bolaño. Se evaporó su inspiración escénica, la intimidad que supuraban –y es curioso que hayan sido sustituidas por extenuantes chats entrometidos–, pero a buen seguro que acabarán regresando como los discos de vinilo o las barberías clásicas, arrastrando la nostalgia vintage de una vida más concurrida.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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