Vicente Verdú
En un paisaje
inverosímil,
se reunían colores
y formas
de una memoria
en adviento.
No era penosa
la impresión
sino tan inédita
que poseía el fulgor
asombroso
y convincente
de lo nunca visto.
Ese paisaje evocaría
alguna experiencia
extraordinaria
o venía a anunciar
un próximo suceso
de un tamaño descomunal.
¿Glorioso? ¿Infausto?
La imposible
interpretación
de aquél panorama
confería
una temible autonomía
a la complicada estampa
que siendo promiscua
y cargada de signos
se cerraba a ser
entendida.
Nada que sea inteligible,
parecía decir,
merece admiración.
Y esta fue
la incógnita
sagrada
con la que desperté
del sueño más bello
y enigmático.
La incógnita de una aparición
sin apariencia real.
Una mensaje absoluto
que guardé conmigo
todo el día
sin que nada real
redujera su presencia.
Su incomparable majestad.