Vicente Verdú
Las personas se dividen en aquellas que son reacias a tomar medicinas y las otras a quienes les gusta probar sus efectos. Las primeras oponen a los fármacos una actitud de resistencia moral y rechazo militante. Viven convencidas de que las pastillas y todo eso no son sino venenos que al introducirlos en el organismo causarán alguna perturbación de la ordenación primordial. No siempre este tipo de gentes son totalmente ignorantes. Más bien son personas tercas puesto que a lo largo de su vida la medicina y sus fármacos han ido ganando presencia en la cotidianidad y se han deslizado como cómplices del bienestar a los que es justo presentar aversión. Pero este grupo defiende que lo bueno es no tomar nada. Y más si proviene de la química porque lo malo, en sentido amplio, sería aquello que muñe la mano del hombre. La connotación entre la medicina, por envasada que venga, y la preparación de pócimas con su aura satánica parece haberse depositado en la base de esas personalidades enemigas de las inyecciones, las cápsulas, los jarabes y toda suerte de medicamentos.
Las de la otra especie, las pro-medicamentos suelen ser ciertamente menos rigurosas en cuestiones de moral y sexo. Su disposición positiva hacia ese producto farmacéutico que interviene en nuestro organismo requiere alguna desinhibición para exponer el cuerpo. No ya la exposición obscena, en general, la disposición del cuerpo para experimentar con él y los efectos inducidos.
Quien hace gesto de no querer tomar esta o aquella píldora reproduce en su actitud la del puritano que teme incurrir en algún acto impuro, mientras quien traga la píldora sin aprehensión hace saber que acepta la mixtura, la sorpresa, el cambio de estado.
Efectivamente la medicina no sólo sirve para sanarnos, homologarnos a todos en la salud y en los 36 grados y medio, sino también para discernir caracteres, puesto que todos somos enfermos y las enfermedades son atributos. De hecho, la medicina psicosomática es la medicina por antonomasia. Quienes no desean medicarse, les pase lo que les pase, denotan a su vez que algo importante les pasa. Como también quienes se engolosinan con las farmacias dan a conocer síntomas importantes de su yo. Entre tantos rasgos posibles, los segundos tienden a ser adictos, los primeros tienden a ser adustos.