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Para ti

Por 23 de junio de 2008 Sin comentarios

Vicente Verdú

Hay una ausencia que duele y otra, en cambio, que se comporta como un antiguo lenitivo. O incluso como una depurada luz que, al mostrarse en sus amplias dimensiones sorprende de qué modo pudo haber sido ignorada o reprimida. La ausencia abre un espacio propicio a que la herida sane en su espacio de seda, se exprese la herida clamante de la pérdida del otro pero también cuando la opresiva presencia de un otro indeseable acaba, en su lugar acampa una inauguración, un temible abismo de luz al comienzo y tras él un alegre vértigo que estrena una vida, un amor, una potencia acaso gigantesca. Eliminar al enemigo en la guerra hace reinventar la patria. Eliminar al enemigo en la pareja nos permite reiventarnos desde el agostamiento. De este modo las separaciones por dolorosas que sean procuran potenciales toneladas de alimentos. De esa valiosa provisión cabe hacer usos distintos, desde el despilfarro al ahogo, desde el acopio a la siembra. En cualquier supuesto esa nutricia luz recibida no será una luz reciclada sino como un flamante nacimiento de claridad y tanto más cuando en la ofuscación precedente cruzaron repetidos momentos de llanto.

La ofuscación del lloro, la amargura que atoraba la boca, se corresponderá más tarde con la placidez del sabor y el tino del punto de vista.

Toda separación amorosa procura, entre sus ásperos costes, un nuevo yo dispuesto a sentir con mayor ahínco lo bueno. Toda unión sostenida a pesar, en el pesar, no es otra cosa que un vicioso sinsentido o incluso un vicio central orientado al cabo hacia el suicidio. Lo que no es en absoluto tan insólito porque la muerte es el más potente imán una vez que se consigue superar la repugnancia a las tinieblas.

El suicidio es así una tentación para pasar la vida sin más enredos psicológicos. Enviscarse en el martirio de la relación y construir un maltrato recíproco obsequia con un significado profundo donde nada había. Más que el trabajo rutinario, la distracción efímera, el alcohol vulgar, la destrucción mutua y feroz genera una necesidad de la que muchas parejas no saben ni ven razón mayor para sustraerse. Morir naturalmente constituye un pobre desenlace pero aplicarse con esmero en el proceso de la muerte y el crimen doméstico llena de significado a la cotidianidad.

Sufrir, destruir, no es un mal absoluto. Como tampoco gozar o edificar es un incuestionable bien. En una u otra especialidad la extensa gama de posibilidades permite crear una rica sinfonía del padecimiento o del placer, recorrer sin tedio las mil caras del pesar.

Pero incluso en determinados puntos, el dolor recobrado allí donde prevemos que está, nos asiste como un seguro de vida. Duele allí donde incidimos y sin fallar a la cita. Se sufre allí donde conocemos la sede del sufrimiento que fijamos. Así nos fijamos y afirmamos como teas. Izándose tan brillantes como ardientes hacia la excitante desaparición.

El dolor insoportable deja sin aliento pero aquél que permite ser racionado con astucia y habilidad consuela porque ocupa una sede conocida donde no sentirse a solas y llega como efecto de nuestra voluntad sin asolarnos. Dolor obediente al estímulo, destrucción controlada hacia una gradual y prolongada demolición vital que acaba con la triunfal eliminación de los agentes, el éxito de la maldita pacificación del mal.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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