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El lío padre y la lía madre

Por 23 de junio de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Entre las muchas expresiones que se pierden cada día, una ya casi desaparecida es aquella tan bonita de: "Eres tonto de remate". Se ha esfumado porque ya nadie es tonto (sólo tiene un talento redimensionado) y porque nadie sabe lo que es un remate fuera del terreno de juego. Un remate puede ser muchas cosas, pero en el caso que nos ocupa es el adorno final de una obra ("una veleta remata la casa") o bien el precio final de una subasta ("se remató en diez euros"), de modo que el tonto de remate es la cúspide de todos los tontos o el que mayor precio alcanza en una puja.

Se pierden expresiones, la lengua cambia, flotamos en un veloz río de palabras porque las lenguas no las habla el territorio, sino las personas, y éstas son mortales. En el mes de junio han tenido lugar algunos asuntos de interés, pero lo que más ha conmovido a los plumíferos como yo ha sido el intento de la ministra Bibiana Aído de imponer el término "miembra". Su departamento trabaja con una materia tan explosiva, la Igualdad, que parece condenada a no influir más que en los crucigramas. Las reacciones han sido interesantes. Una mayoría ha dicho que la miembra es tonta de remate, pero la han defendido ciertas feministas que exigen su derecho a imponer un lenguaje sexualizado, en sustitución del sexualizado por los hombres. El argumento de fondo, sin embargo, es muy instructivo sobre la ideología neoburguesa, a saber, que la política debe realizar deseos.

Siendo así que los deseos son un asunto íntimo, para imponerlos políticamente es menester convertirlos en exigencia jurídica universal. Uno puede desear cambiar de sexo (físicamente o en palabras), pero la acción propiamente política consistirá en exigir que sea el estado quien patrocine el cambio de sexo, de manera que todos los ciudadanos paguen la realización del deseo. Sólo así los deseos se convierten en realidad: todos necesitamos transexuales y miembras desde el momento en que los financiamos.

Contaba el escritor Michael Greenberg que cierto día su mujer invitó a comer a una amiga del trabajo llamada Georgina. No había cumplido los treinta, era pelirroja, despierta y militante, pero a pesar de múltiples operaciones quirúrgicas y químicas no había podido suprimir por completo sus evidentes hechuras masculinas. Greenberg, intrigado, se lanzó a interrogarla con gran disgusto de su mujer. Sin embargo, el sentido riguroso de la transformación ("destruir una de las leyes más implacables de la naturaleza", decía Greenberg) sólo aparecía entre las exigencias de Georgina en su forma lingüística: "Se trata, dijo, de suprimir los pronombres" ya que la diferencia masculino/femenino es sólo un fantasma impuesto social y económicamente. "Esa es la verdadera libertad, añadió: yo soy lo que digo que soy, y no aquello que era al nacer".

Esta ideología de la omnipotencia del deseo, conduce a paradojas notables. La vieja definición de "catalán" que proponía el presidente Pujol en épocas realistas era: "Es catalán aquel que vive y trabaja en Cataluña". La nueva burguesía ha impuesto otra definición más apropiada al deseo: "Es catalán quien quiere ser catalán". Como Georgina, basta con desear algo para que el estado deba subvencionarlo.

Cuando el deseo suplanta a la necesidad, la ideología se convierte en un bunker psicótico: mis deseos deben ser reconocidos universalmente como derechos y por lo tanto yo debo ser subvencionado. No hay otro relato. En fin, hay otro, pero es demasiado realista para la nueva burguesía: el empeño por realizar sueños (privados) anula la lucha verdadera, la cual sólo puede buscar la satisfacción de necesidades (sociales). En el actual modelo conservador, los sueños están por encima de las necesidades. Así, por ejemplo, se afirma que el catalán "es la lengua natural de Cataluña", como si la naturalidad (ese sueño) fuera una virtud, frente al más realista "el catalán es aquello que hablan los catalanes", definición que daría lugar a un lío padre (y madre) entre los deseantes, porque los catalanes quieren hablar y de hecho hablan una notable variedad de lenguas. Demasiado realismo. Soñar en un pueblo monolítico evita el esfuerzo de resolver las necesidades de una población diversa.

La economía del deseo propone un retorcido argumento político: como no podemos imponer el cambio de sexo, financiaremos los (escasos) cambios de sexo y cambiaremos el sexo de (todas) las palabras, para lo cual primero deberán sexualizarse. Quien se oponga al cambio de sexo (físico o léxico) va en contra de mis deseos, de manera que es un enemigo del estado, el cual me subvenciona. Lo real, las necesidades de los ciudadanos, desaparece de la política sustituido por los deseos de la élite administrativa.

Lo que desdichadamente oculta el juego de imponer el vocablo "miembras" es la inoperancia de una lucha por la igualdad concebida desde el deseo y no desde la realidad y la necesidad. Pone de manifiesto la nula voluntad de enfrentarse con las causas reales de la desigualdad. Es la actitud conservadora de toda la vida que se arrodilla ante el poder real, pero vende publicidad onírica contra el poder. Quienes se enriquecen gracias a la desigualdad deben de estar felices con su miembra.

Artículo publicado en: El Periódico, 20 de junio de 2008. 

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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