Vicente Verdú
No todo sufrimiento es una enfermedad pero el enorme almacén de fármacos y psicofármacos dispuestos para cualquier dolor ha convertido a la población en un cerrado conjunto de pacientes.
El pesar amoroso o el dolor de un luto pueden aliviarse con medicamentos pero ¿no es restar importancia al sufrimiento no permitirle darse a conocer? ¿no es denigrar al individuo procurarle drogas que le niegan el derecho a contemplar nítidamente su adversidad y a afrontarla sin alienarse?
La extrema medicalización de la vida va camino de empalidecer la vida y progresivamente a decolar su panorama. La consecuencia simultánea es el allanamiento del sujeto y su creciente privación de valor.
Parecía que la medicina sólo acudía para devolvernos los colores y olores a la salud. Ahora, además, acude para aportarnos una materia que sólo debe oler y saber de un modo más dulce. ¿Felicidad? El concepto de la felicidad preparada tiende a su descaracterización y su fuerza declina hasta el mundo, cada vez más común, de la fibromialgia.