Vicente Verdú
No diré demasiado, porque acabo de perder una larga perorata sobre el asunto y me encuentro ahora exhausto y malhumorado. La idea sobre la que me entretenía en la versión anterior hacia mención a la beata y almibarada actitud (que hasta se les cae la baba) que los abuelos prestan o dicen experimentar ante la contemplación de los nietos. Los nietos nietos son. No son tus nietos en sentido lúdico ni tampoco existencial. Sólo la biológicamente los indicaría.
Ciertamente, estos infans nos quiere a su modo pero no entienden de modo alguno lo que más nos preocupa. Frente a esta exaltación de la inconmensurable felicidad atribuida a ser abuelos se alza la confirmación de que somos ya los últimos eslabones, ya herrumbroso, de la generación. El resto será desprendimiento y muerte infernal. Un fenómeno que lamentarán los nietos durante horas antes de volver a jugar pero que a nosotros, abuelos, nos asesina irremediablemente como desoladas piezas sin un maldito playboy.