Vicente Verdú
Todos los hombres escribimos con la esperanza última de ganar atractivo ante las mujeres y no puede afirmarse lo mismo en sentido inverso. No sé yo, en realidad, para qué escriben o para quién escriben las mujeres como tampoco se llega fácilmente a entender cuando aseguran ellas que se arreglan o depilan sólo para gustarse a sí mismas. ¿Para gustarse a sí mismas sin más?
El plus se hallaría, aún oculto, acaso en la obvia razón de que la mirada, la mirada con la que la mujer se mira y se juzga, sigue siendo en buena medida todavía, la mirada procedente del ojo de la masculinidad patriarcal, "el ojo del amo".
Esa mirada, literalmente patrón, con la que se valora, se clasifica y se sopesa la belleza femenina es la misma que emplea la mujer en su cosmética. Todavía pues actualmente, a despecho del largo Movimiento de Liberación de la Mujer y la extendida feminización social, no ha surgido otro paradigma de recambio estético para estos casos. Gustarse a sí misma es aprobarse de acuerdo a unas querencias que se confunden en casi todos los casos con el deseo proverbial del hombre. ¿Será, por tanto, así como se realiza la contraprestación femenina a los esfuerzos de creatividad estética masculina?
En la literatura, en la pintura, en la canción abundan masivamente los sujetos idealizados con nombre de mujer, desde Beatriz a Helena, desde la Gioconda a Gala, desde Carol a Diana, pero apenas de hombres. Casi por antonomasia, el desnudo en la pintura es el desnudo de la mujer pero aún tratándose del desnudo actual del hombre, el autor es un artista del mismo género. La celebración de la belleza, el canto al amor, las desesperadas melodías que evocan al amado, se refieren concretamente a una amada. ¿Cuándo abundarán las coplas en que se requiebre habitualmente a un hombre? Probablemente ya no sucederá nunca. Ha caducado ya el tiempo de la desigualdad y con él los pedestales y la veneración, el arrobamiento o la esclavitud ante el deslumbrante poder concedido al otro. Esto es lo que tiene la democracia, tanto social como sexual. El erotismo pasa de actuar como un paso hacia la adoración del ser supuestamente amado para convertirse, poco a poco, en un paseo por la entretenida piel del otro. ¿Somos menos importantes entonces los unos para los otros? Efectivamente. Necesitamos que sea así de acuerdo con el sistema general de la circulación rápida, la fácil comunicación, el lastre cero. Cuanto menor es el afianzamiento (romántico o no) mayor es la disponibilidad de supervivencia, la capacidad para cambiar, la plasticidad para ejercer otras funciones. ¿El arte? Fin de la cultura sagrada, acabamiento de la adoración, desprestigio de la inspiración. En adelante, las musas serán sólo las circunstancias propicias y los musos…, los musos, como siempre, inservibles mostrencos en la escritura, la pintura o la composición.