
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Paradójicamente el recuerdo hace presente a la persona memorada no en cuanto una presencia más sino en cuanto radiante ausencia. Podría pensarse que el vacío de no estar acaba por terminar con su residencia pero de nuevo, paradójicamente, la ausencia llamada llega ser poderosa incluso que la presencia. Más decisiva vivencialmente porque el producto que el recuerdo obtiene del pasado requiere de una fuerza que se mide con la violencia del olvido.
Todo mundo pasado, toda persona desaparecida viaja incesantemente en dirección irreparable hacia la pérdida. Sofrenar esa marcha primero e iniciar después un esforzado regreso con el cuerpo a cuestas, recuperado de fatalidad, supone emplear una energía que vuelve la ausencia en potencia pura. Potencia excepcional en el presente: lo ausente arrancado luminariamente del pretérito para venir a ocupar un radiante lugar al lado del relente común de la presencia.