Vicente Verdú
Contra la idea de que la gente nerviosa no consigue hacer nada a derechas, Proust alega en su tercer volumen de En busca del tiempo perdido (El mundo de Guermantes) que sólo gracias a las personas con nervios se obtienen resultados progresivos en las diferentes disciplinas del saber. Un artista, un descubridor, un emprendedor, son eficaces para la sociedad siguiendo el eléctrico impulso de sus nervios. El nerviosismo mantiene la mente y los sentidos en alerta vivacidad. El desasosiego, contra el que tanto se combate actualmente en los fascículos, conduce a través de sus ondas a parajes del espíritu que la calma no alcanza.
Todos los genios fueron nerviosos y, en su extremo, locos, enfermos o hasta muy enfermos de los nervios. Como en cualquier estado de ánimo el nervio puede también volverse en contra y ahorcar con sus gambetas al nervioso pero una vez que el individuo aprende a recibir la inquietud como un fino medio inquisitivo, el temblor como forma interna de auscultación veloz y la intranquilidad como una navegación sobre mares insólitos, el nerviosismo se convierte en un pulso feliz para el pensamiento, el entendimiento y la acción. Desespera tanto una persona muy nerviosa como una persona muy tranquila pero es preferible, en potencia, la comezón a la indolencia y la histeria que la ataraxia. Según una libre o enervada interpretación de Proust.