Vicente Verdú
Hartos de no ser importantes, los países latinoamericanos, viendo como está el llamado mundo occidental, han empezado a creer en su propio futuro.
La tesis corresponde al libro Nuestra hora del emprendedor chileno Raúl Rivera y expone, punto por punto, de un tópico a otro, la realidad presente y potencial de los 600 millones de habitantes latinoamericanos.
De ellos, unos 240 se hallan todavía en situación de pobreza, pero a semejanza de las zonas emergentes de Asia, la clase media se ha incrementado en 50 millones durante los últimos años y la idea de estancamiento, de violencia ciudadana o de postración crónica está siendo sustituida por una confianza creativa que ya se manifiesta en innovaciones mercantiles y en un estado de ánimo que sería la otra cara de la infausta estampa europea y norteamericana de ahora.
Años de dictaduras y quiebras nacionales, calvarios de deudas externas y degradación de las vidas van mutando hasta ser ya el conglomerado de mayor esperanza de vida del planeta según Rivera, lo que no sólo reconforta a la juventud sino que indica, para la totalidad del censo, una mejora que, como debe ser, tiene su principio en la fortaleza de la vida. Pasen pues y lean este libro tan optimista como revelador de otra América Latina tanto tiempo contemplada como un acacharrado artefacto y ahora se pone a funcionar engrasado por una población con el mayor mestizaje del mundo. Una mixtura esencial de la que hoy se deduce el máximo poder innovador para el desarrollo del siglo XXI.
En estos días tan pauperizados, algo bueno, por fin, que podemos llevarnos los hispanos a la boca.