
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
La voluntad es una de las facultades del alma que más atención requieren. Las otras son memoria e inteligencia que se tienen o no se tienen y apenas merecen mucha más conversación.
Sin embargo, respecto a la voluntad todo el mundo tiene algo que decir y predicar. En primer lugar, los pecados vuelven a aparecer no ya con con la memoria o la inteligencia sino mediante el necesario relajo de la voluntad. Sin voluntad no se llega muy lejos mientras que con la memoria pueden traspasarse decenios y con la inteligencia estratos de interminable composición interior. Curiosamente, no se magnifica tanto la inteligencia en una oersdona cuando a su lado se encuentra alguien con un denuedo muy superior. La inteligencia es brillante y asombrosa pero siempre es más significativamente humana que la voluntad.
La voluntad se recibe como un don que el Creador ha repartido al tun tun y depende de cada uno ponerla además en movimiento para que dé frutos. Cuando se trata de vencer una fuerza adversa, una tentación, una adicción, un desengaño se acude a la voluntad como la fuerza más decisiva para doblegar al mal. Sin embargo, la inteligencia y la memoria, deberían también participar en una medida semejante. Casi todos los amigos que en el pasado murieron por una sobredosis o siguieron enganchados a la heroína, eran en diferentes acepciones tontos. Los más listos escaparon de esa sevicia y enderezaron sus vidas.
Igualmente la lúcida memoria de uno mismo en mala situación pasada coopera en resolver esa circunstancia. Todo ello, sin embargo, con la voluntad como poste o bate central de la decisión. Las otras facultades del alma colaboran pero lo hacen con una sutileza que no posee el ejercicio de la voluntad. La voluntad se relaciona así con la rudeza, la potencia de los bueyes de tiro, la repetición del martillo sobre la resistencia del muro, Y, en efecto, nos damos contra un muro sin traspasarlo cuando la voluntad, como suele suceder, se halla menos musculada que el obstáculo y apenas recibe la cooperación de calidad más cerebral. Una vez y otra vez, el mundo se presenta poblado de bultos nefandos que la memoria o la inteligencia sortean mientras la voluntad se encarga de hacerles frente y se empeña en la tarea de su reiterada e interminable destrucción. Sísifo agotado sabia a la perfección de lo que hablaba.