Vicente Verdú
El fenómeno de la masiva presencia femenina en cualquier ámbito (sea en la educación o en la gestión de los museos, sea en la medicina o en la administración de la justicia) coincide con la creciente desaparición de "lo femenino". Parecería así que el tributo pagado por la mujer para ser aceptada en todo territorio haya sido nada menos que su desterritorialización, su exilio interior, la entrega a la deriva.
Esto mismo, desde luego, puede enfocarse al revés y este enfoque "al revés" viene a ser tanto lo usual como lo que oculta, para la mujer, sus reveses.
Usualmente se afirma que si la mujer ha incrementado su presencia pública ha sido gracias al éxito de su batalla contra la dominación masculina. Pero la cuestión, como era de esperar, dista de ser tan simple.
Hasta ahora, la proclamada pérdida del dominio masculino no ha sido sustituida por otro tipo de dominio ni valor superior sino que, por el contrario, el fin de la lucha intersexual procede, sobre todo, del clamoroso triunfo de la masculinización.
¿Y de la feminización? De la feminización sólo a modo de aderezo puesto que si es verdad que los hombres han asumido usos femeninos nunca se han feminizado al punto de transformarse ni en formales objetos de deseo, ni en centros de la belleza, ni en cimas de la ternura ni, tampoco, en encarnaciones del sexy y la sexualidad. El hombre se ha feminizado cosméticamente (se tiñe, se atilda, se maquilla, se depila) pero no funcionalmente, sólo aparentalmente. Por el contrario, la mujer se ha masculinizado, en los despachos, en la política, en la empresa o en el hogar mimetizando interiormente el modelo del hombre.
¿Feminización de la sociedad gracias a la victoria del feminismo o disminución de la "guerra de sexos" por colonización general de lo masculino? Una masculinización, sin duda, suave, una masculinidad en general de menor grado viril pero precisamente como efecto de haber perdido fuerza la identidad del partenaire y devenir el conjunto hacia una parecida cualidad de su sustancia.
¿Verdadero? ¿Falso? La vacilación procede de que mientras hasta hace poco se esperaba como una forma de superación de la cultura, la culminación del viaje hacia adelante de las mujeres, en la estación el público asiste con asombrada decepción a la desaparición casi total de la viajera.