
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
El nuevo plan de educación que pondrá en marcha la nueva Administración de Estados Unidos prevé retribuir a los profesores de acuerdo al rendimiento que obtengan sus alumnos. ¿Cómo se explica que hasta ahora no fuera así? Los médicos de las compañías privadas norteamericanas reciben sus remuneraciones en función del número de pacientes que atienden y de los costes sanitarios que ahorren a la corporación pero también según la eficiencia con que ejerzan su trabajo. ¿Puede hallarse una ecuación más sensata? Es sensata pero cruel si el ahorro se obtiene de reducir las pruebas clínicas que ponen en peligro la salud del paciente y es perversa si se paga más de acuerdo al número de enfermos que se atienden por hora. Pero resulta, sin embargo, de pleno sentido retribuir mejor al mejor médico y con menos al que no se prepara o no posee la excelencia del anterior. La relación entre retribución y resultados es la base del sistema del progreso y la eficiencia. Y este modelo debe ser válido no sólo para la escuela o la sanidad sino también para la justicia, la política o cualquier servicio público o no. El expediente de ganar unas oposiciones y echarse a dormir crea fácilmente una sociedad dormida. La enseñanza mejorará siempre en manos de quienes poseen una vocación y entrega irrefrenables, pero la actividad, en general, tiende a perjudicarse si se cobra lo mismo haciendo algo que haciendo mucho o no haciendo nada. Es tan intolerable, por ejemplo, que un catedrático desatendiendo su preparación siga impartiendo clases y cobrando la misma nómina hasta su jubilación como que un político siga en el poder -con sueldo y mandato- cuatro años sin importar la calidad de sus actuaciones o, lo que es ya visible, recibiendo de los ciudadanos calificaciones de suspenso, una y otra vez, cuando se realizan los sondeos. El buen trabajo debe premiarse tal y el mal trabajo rechazarse, tal como se enseñó ya a los alumnos de primaria en la escuela. ¿Por qué no continuar con esa norma de oro en cualquier punto de la vida laboral? ¿Por qué sostener con el dinero público al holgazán o al cargo que perjudica a la sociedad?
En Estados Unidos conocí que los feligreses podían remover de su puesto al pastor cuando consideraban que no cumplía bien sus obligaciones puesto que los feligreses eran quienes aportaban el dinero y recibían el servicio. Pero ya, en todos los casos, desde el jugador de fútbol al presidente de Gobierno, debe imperar el reconocimiento económico de los mejores, tanto como casos de emulación general y como efecto de una cabal justicia distributiva. Seguir subviniendo la desidia, entregar la misma compensación a quien se esfuerza y al que no, es vestigio decadente. Un factor de primer grado en la decadencia.