Vicente Verdú
En cuestiones sociales y políticas la ignorancia favorece siempre la esclavitud pero, en la creación, una proporción de ignorancia resulta casi indispensable para ser interesantes.
El máximo conocimiento de la literatura o el arte puede impulsar al sabio pero, raramente, los sabios son artistas. De todo hay, no cabe duda, pero la temeridad y la originalidad guardan relación con una ración de nesciencia. Es de este modo como los amateurs en diferentes disciplinas han logrado resultados inéditos. Productos que de ningún modo la carrera consecuente de un profesional habría alcanzado. O que no habría alcanzado de ese modo y en ese breve intervalo.
La ignorancia linda por un lado con la necedad y con el otro con la inocencia. También el ignorante vive acosado de una parte por su carencia y de otra por su posible petulancia. El punto de oro no es fácil de conseguir pero se encuentra en el espacio hueco que deja la agnosia.
De esa oquedad nace el delirio que inventa, el atrevimiento que salta, la sorpresa creadora que no debió rendir penosas cuentas al legado.
Sin llevar las cosas al extremo, la libertad que confiere el no saberlo todo puede terminar en el gozoso éxito de una creación rotunda.
Y, de ahí, aún pareciendo populismo o demagogia, la invitación desenfadada para todos aquellos que quieran probar a ser y a producir, desde la afición, las obras que creyeron sólo reservadas a los expertos.