Vicente Verdú
Llama mucho la atención el arraigo, incluso en plena globalización, al nacionalismo y sus tóxicos. Llama mucho la atención que en estos momentos tan graves, gravísimos -dicen, el G-20 siga con sin crear un núcleo capaz de tratar los problemas del mundo de forma coordinada y conjunta. Se reúne, cenan, desayunan, comen, se fotografía y cada cual regresa a atender las circunstancias particulares de su país pensando concentradamente en la subida o bajada de los posibles electores con los que cuentan. El electoralismo mata la política, el paisanismo allana la visión, la pertenencia -la maldita pertenencia- se hace el peor motivo de ofuscación y de todos los males oscuros.
Y, entre tanto, el paro avanza sin parar, desprovisto de todo control, desviando la vida hacia una miseria creciente mientras los responsables van y vienen, como en una kermés. Acordando el no acuerdo, recordando olvidadamente qué les ha hecho reunirse aquí o allí.