Vicente Verdú
Todavía se lee en los periódicos que la Dirección de Consumo ha denunciado a diferentes empresas por comercializar pulseras que prometen equilibrio, buen humor, potencia sexual, curación del herpes, la parálisis o el cáncer.
Son denuncias de una crueldad infinita porque ¿qué mejor consumo para la Dirección de Consumo (del buen Consumo) que favorecer la esperanza? Si las pulseras produjeran males sería consecuente que la autoridad protegiera a sus consumidores pero siendo científicamente inocuas e imaginativamente saludables ¿dónde se halla el mal? ¿En que se lucre el vendedor? No hay lucro de algo sin demanda de ello. Y habiendo demanda de fe ¿por qué impedir que se ofrezca?
Hay direcciones generales que merecerían ser dirigidas a su fin y más ahora que se necesita ahorrar tanto.